Nunca he sido partidario de las marchas multitudinarias, porque entre otras cosas, no creo que de verdad sirvan para lo que se supone que son convocadas, es decir, cambiar el curso o el rumbo de las decisiones políticas de un país, ni porque creo que sea la forma más adecuada de hacerlo.
No quiero parecer intolerante o antidemocrático, los hay quienes creen en ellas y lo respeto profundamente, pero es decir, ¿no se supone que una manifestación es justamene eso, una manifestación de unidad, de convivencia y de igualdad de posturas ante un evento determinado?
El problema es que una manifestación siempre termina degenerando en una lucha de egos mezquinos, de pulsos políticos, de palabrería demagógica y desgracidamente de manipulaciones mediáticas. Ya sea en México, España o casi cualquier otro lugar del mundo casi nunca hay una sola manifestación, siempre hay dos o incluso más versiones del mismo evento, según la orientación política a la que se pertenezca.